La progresiva implantación de las redes 5G va a cambiar drásticamente desde las telecomunicaciones áreas tan importantes como la movilidad, la medicina y la industria. Esta revolución se sustenta en un sistema, el de las patentes, que nació a finales de la Edad Media, de la mano de reyes y pontífices, y que ha ido evolucionando hasta nuestros días, permitiendo proteger innovaciones en todos los campos de la tecnología.
La esencia del sistema no cambia -si hay innovación, hay una propiedad intelectual que debe ser reconocida-, pero el ritmo de la llamada cuarta revolución industrial, ligada al dato, está provocando que todo deba ser replanteado. Los avances ya no son lineales, sino exponenciales y consecutivos: internet, redes sociales, geolocalización, inteligencia artificial, internet de las cosas, computación cuántica… Al mismo tiempo, las tecnologías ya no funcionan en silos, sino de forma híbrida. La consecuencia es clara: la conectividad solo puede resultar de un esfuerzo colectivo en el que las patentes sean accesibles bajo condiciones razonables.
“Vamos a una nueva era, y no podemos estar anclados a los métodos del pasado, aunque hayan sido muy eficientes”, explica Manuel Desantes, catedrático de Derecho Internacional Privado y exvicepresidente de la Oficina Europea de Patentes. Al mismo tiempo, “la propiedad intelectual, y en concreto las patentes, son clave para fomentar la innovación”, destaca Miguel Ángel Puente, ingeniero de patentes del centro de I+D de Ericsson en Madrid. Por tanto, el reto es incentivar la innovación, en entornos abiertos y a una enorme velocidad, sin dejar de reconocer y proteger el papel de las empresas e individuos que encuentran nuevas soluciones y servicios.
Una nueva generación para un nuevo mundo
El 5G desencadena un entorno más centrado en la innovación abierta, que permite la hibridación de tecnologías, por ejemplo combinando 5G con Inteligencia Artificial. “Las patentes han de ponerse al servicio de la sociedad, y con esa mentalidad se tienen que conceder. No se puede impedir que todos los de alrededor innoven porque uno tenga una patente”, dice Desantes. Por eso las compañías de telecomunicaciones cambiaron de un antiguo mundo de exclusión a otro de colaboración y competición, para el mejor uso por el conjunto de la industria de un sistema con una enorme cantidad de innovaciones patentadas. Solo a modo de ejemplo, una empresa como Ericsson tiene 57.000 patentes concedidas.
Una concepción ‘clásica’ de las patentes —un inventor o una empresa patenta un avance y lo explota en exclusiva— haría casi imposible el desarrollo tecnológico del 5G, que se basa en la conectividad e interoperabilidad de sistemas, productos y servicios por parte de compañías competidoras, provenientes de culturas muy distintas. Para que todos los aparatos y todas las redes puedan hablarse con independencia de las empresas que están detrás, la industria de las telecomunicaciones ha desarrollado una nueva gobernanza para las patentes, capaz de combinar la protección y el incentivo a la innovación con la llegada ágil al mercado de avances tecnológicos.
Un organismo con nombre de robot de ‘La Guerra de las Galaxias’, 3GPP, es una pieza clave de este sistema. Creado en 1998 para el desarrollo de la red 3G, está formado a su vez por siete organizaciones de telecomunicaciones y cientos de compañías como miembros, que determinan los estándares técnicos de los diferentes desarrollos.
Una herramienta fundamental de su labor son las llamadas SEP, por Standard Essential Patents. Son las patentes esenciales, es decir, las innovaciones que han logrado convertirse en parte del estándar que toda la industria ha de utilizar.
Liderazgo europeo del 5G
En el caso del 5G, Ericsson, que lleva investigando en esta nueva red de telecomunicaciones desde 2011, ha logrado cerca del 20% de las patentes esenciales (SEP), según un estudio de los investigadores David Edward Cooper, Johanna Dwyer y Alexander Haimovich. La posición de liderazgo de la multinacional de origen sueco es clave para la UE sea el territorio líder en innovación 5G, medida por el número de patentes esenciales, superando a potencias tecnológicas como Corea del Sur, China y Estados Unidos.
Una vez que la innovación en 5G alcanza el estatus de patente esencial, entran en juego lo que se ha dado en llamar los acuerdos FRAND, acrónimo en inglés de Justo, Razonable y No Discriminatorio (Fair, Reasonable and Non Discriminatory). Es un sistema muy distinto del tradicional, pues, como señala Desantes, el inventor ya no define el precio, y pierde la exclusividad de su innovación, siempre y cuando se le compense en condiciones FRAND. A cambio, puede acceder a innovaciones de otros, y toda la industria, y en segunda instancia el conjunto de la sociedad, se beneficia del sistema. Es un esquema que se ajusta a un mundo “de innovación abierta”, resume el exvicepresidente de la Oficina Europea de Patentes.
“El 5G es un nuevo animal, un paradigma totalmente distinto”, dice Puente. Ya no se basa en la mejora de las redes previas, determinadas a su vez por una mentalidad heredada de la telefonía e Internet fijos, sino en nuevos casos de uso, como los vehículos autónomos y la cirugía remota. Pero ese nuevo paradigma también necesita una red que proteja la innovación, sin que protección signifique exclusividad. La protección, las patentes, se convierten en el paso previo para la estandarización, cerrando el círculo virtuoso que va de la idea al producto final.
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